Alba Liuba Becerra Pérez
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Mexicana vive tiempos de guerra en Ucrania y se adapta a su nueva realidad

KYIV, Ucrania (José Luis Sibaja, enviado GRADA NORTE).- A las cuatro de la madrugada del 24 de febrero de 2022, Alba Liuba Becerra Pérez escuchó el primer bombardeo alrededor de Kyiv, el estruendo la sorprendió, pero en ese mismo momento tomó decisiones para salvar su vida y la de sus seres queridos.

La nayarita, una de las pocas residentes mexicanas en la capital de Ucrania en ese momento en que inició la invasión a gran escala de Rusia a territorio ucraniano, se preparaba para ver a otro connacional, en momentos en que la amenaza de la guerra se sentía muy cercana.

Al comenzar las hostilidades, Alba Liuba no pudo abandonar el país de inmediato, su hijo y su ex esposo estaban contagiados de Covid, el segundo incluso estaba entubado, y tuvo que esperar un par de días para finalmente iniciar la evacuación hacia Rumania.

“Yo vivo en un pueblo a unos diez kilómetros de Kyiv, y las explosiones se oían como a un kilómetro. El ejército ucraniano bombardeó un puente (sobre el río Dniéper) para cortar el paso a los rusos, que ya venían en columna de tanques.

“Mi pueblo está en la misma calle que cruza Bucha e Irpin, donde (los rusos) hicieron desastre y están muy destruidos. Todo el crucero de mi pueblo lo explotaron, estuvo muy feo y fue cuando decidí que teníamos que movernos”, narró.

La mexicana residente en Kyiv desde hace 33 años, le tocó experimentar los primeros minutos de la guerra que aún se libra en Ucrania tras la invasión rusa que el pasado 24 de agosto cumplió año y medio de iniciada.

Viaje entre bombardeos para llegar a Rumania

Detalladamente, Alba Liuba recordó esos primeros días de guerra, en los que ya no pudo salir de Ucrania a tiempo junto con un contingente de mexicanos que fueron evacuados, previo al inicio de hostilidades, por lo que optó hacerlo por su cuenta junto con varios ciudadanos que buscaban emigrar a Rumania.

“Me fui el miércoles 25 de febrero a las once de la mañana. Decidí que me iba a ir en mi coche, saqué a mi hijo, a mi nuera, a seis gatos, un peruano y a un mexicano. Iban otras familias de mexicanos y nos fuimos en caravana.

“Fue sumamente difícil viajar en caravana a ritmo de otras personas es muy feo, hubo varios lugares donde pasamos y empezaron a bombardear, fue una semana de viaje hasta alcanzar la frontera con Rumania”, narró.

Al estar en territorio seguro, decidió regresar a México con su hijo y su nuera embarazada, pero al volver no se pudo adaptar ni al ritmo, ni a las condiciones de vida a las que estaba ya acostumbrada en Ucrania, por lo que volvió a España una temporada en la que trabajó como traductora voluntaria para apoyar a los ucranianos que habían emigrado a territorio ibérico.

Por ser una labor temporal regresó a Kyiv sola, su hijo y su nuera aún permanecen en España, y ya en Ucrania ha retomado su vida como era, regresó a su hogar y volvió a trabajar dando clases, además de que actualmente también es voluntaria para el ejército ucraniano como cocinera en un centro militar.

Si bien, Alba Liuba ignora cuándo llegará el fin de la guerra, confía que Ucrania se llevará la victoria, pese al costo que esto pueda llevar, y aunque son tiempos difíciles, no tiene intenciones de abandonar de la capital ucraniana, y mucho menos tiene en sus planes regresar a México, pues dice ya tener una vida hecha en Kyiv.

Llegada a la Unión Soviética en 1990

Alba Liuba platicó que llegó a Kyiv en octubre de 1990, poco antes, el 31 de agosto de ese mismo año, la nayarita había arribado a la desaparecida Unión Soviética con las intenciones de estudiar Medicina, pero no fue en Moscú, como ella deseaba, sino en un pequeño pueblo en el que nunca estuvo a gusto.

Al ver las incómodas condiciones en las que estaba, y darse cuenta que no era lo que esperaba, decidió viajar a Ucrania para estudiar ruso en la mejor escuela de idiomas que existía en la Unión Soviética en ese momento, y que se ubicaba en Kyiv, ciudad que de inmediato la cautivó, “por sus cúpulas doradas” y un clima más agradable.

Sin embargo, a los pocos meses, el 24 de agosto de 1991, vivió una etapa complicada con la desaparición de la Unión Soviética y la independencia de las repúblicas que la conformaban, entre ellas Ucrania, pero tras una difícil transición logró mantenerse en Kyiv y comenzar una nueva vida.

Ahí se casó y tuvo a su único hijo, durante unos doce años trabajó en la Embajada Mexicana en Ucrania, hasta el 2015, y se estableció en Kyiv, algo que con el tiempo la distanció totalmente de México.

Durante este tiempo le tocó el explosivo movimiento social que cambió el rumbo de la política ucraniana en febrero de 2014, así mismo, casi simultáneamente, vivió la crisis de la invasión rusa a la península de Crimea con el que inició el conflicto bélico, a menor escala, entre Ucrania y Rusia.

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