La noche, el CUM y los miles de espectadores que se dieron cita en el inmueble fueron testigos de lo que el futbol rápido puede causar en la humanidad y emociones de las personas tras un vibrante y tenso partido que terminó como un final de cuento.

Lo que se vivía en la cancha se transmitía a la fanaticada que nuca dejó de apoyar, incluso en ese segundo periodo que fue de pesadilla para Soles, lleno de imprecisiones, inseguridades y nerviosismo por el significado del cotejo.

Dentro del terreno de juego, Adrián Miller aplaudía y gritaba a sus compañeros para que el ánimo no decayera, mientras que en las tribunas, niños, adolescentes, jóvenes, adultos, casados o solteros eran los encargados de mantener la intensidad de las palabras de aliento.

Arriba, abajo, de un lado a otro, las miradas de los aficionados permanecían intactas en ese balón amarillo que buscaba a toda costa poder tocar las redes de ambas porterías. Los brazos y las manos permanecían agitándose, tal como lo hacen los directores técnicos en las bancas.

Ante los ataques de Sockers, la rechifla del público se escuchó, pues su meta era hacer pesar el CUM, ¡y vaya que lo consiguieron!  Al finalizar el encuentro, tres jugadores de San Diego aplaudieron a los espectadores en señal de respeto.

Terminó el segundo juego y Soles cayó 13-10. Lo que seguía era un mini-game de 15 minutos, durante ese lapso los gritos eran ensordecedores, los suspiros viajaban por el aire, los lamentos del juego anterior se convirtieron en sonrisas, los espectadores celebraron 6 goles y la emoción llegó a cada rincón del CUM.

Roberto Escalante, Alejandro Leyva, Raymundo Contreras, Gustavo Rosales y Franck Tayou devolvieron la ilusión a las gradas y, para corresponder, la afición coreó durante el mini-game el “Cielito Lindo” para cerrar con broche de oro un capítulo digno de película y con ello sellar el pase a la final de Conferencia Oeste de la MASL.{fcomment}