Solamente queremos correr: Milliat
Alice nació en Nantes, Francia, un 5 de mayo (tampoco se te va a olvidar) de 1884, en su casa acostumbraban tener un periódico y así supo de unos Juegos Olímpicos cuando aún era muy pequeña, a los 12 años de edad. Junto a su padre supo que en Atenas, capital griega, cientos de hombres competían en diferentes deportes, que a los que triunfaban los reconocían y que los griegos hacían fiesta con ello.
Alice era curiosa y por más que buscaba en la información, algo no le cuadraba… una duda, que marcaría el resto de su vida, daba vueltas en su cabeza: ¿y dónde estaban las mujeres?
Estudió para traductora, se casó a los 20 años con Joseph Milliat, de quien tomaría el apellido que usó el resto de su vida, y enviudó cuatro años más tarde, cuando ya vivían en Inglaterra, sin hijos, y siendo ya una asidua practicante, gracias a la afición de su marido, del remo, pero también le gustaba la gimnasia y la natación, además del fútbol y hasta el automovilismo, vaya, era una deportista nata, y en su pasión encontraría su verdadera vocación.
Era políglota, y tras el fallecimiento de su esposo viajó por varios países europeos y hasta por Estados Unidos con un objetivo: conocer y entender los procesos metodológicos de la Educación Física para poder aplicarlos y lograr que más mujeres se aficionaran, como ella, a los deportes.
Para entonces, los Juegos Olímpicos de París 1900, que vale decir, fueron un verdadero caos que duró cinco meses, a regañadientes el Barón Pierre de Coubertin aceptó la participación de mujeres pero no en Atletismo, era terreno vetado para ellas, gracias, también, a la negativa de la ya existente Federación Internacional de Atletismo, la IAAF. Alice lo vio y, como a muchas, no le gustó.
El movimiento que reivindicaría a las mujeres se estaba gestando, y de alguna manera los cambios sociales y económicos que se vivieron prácticamente en toda Europa por la Primera Guerra Mundial, las sacó de sus casas, las colocó al frente de las sociedades, en los puestos de trabajo, muchos de ellos con exigencias físicas, porque los hombres estaban en la línea de batalla, y ganaron lugares que ya no dejarían porque demostraron que tenían capacidad física, mental e intelectual para hacerlo.
A la par de todo esto, el derecho al deporte era otra batalla que tenía en Alice a su gran General que organizaba a sus huestes y velaba armas, una de ellas, la Federación Femenina de Deportes de la que fue nombrada Presidenta en 1918, con ese cargo, un año después solicitó formalmente a la IAAF la inclusión de las mujeres en los Olímpicos de Amberes 1920, pero no lo logró, pero incomodó mucho a los dirigentes del COI, para terminar de incomodarlos, un año más tarde crea la Federación Internacional de deportes femeninos y se lleva a Montecarlo a mujeres atletas de cinco países, aunque realmente ese evento pasó inadvertido, pero Alice no quitó el dedo del renglón.
En 1922 envía un mensaje contundente al Barón, al COI y a la IAAF, y organiza los primeros Juegos Olímpicos Femeninos en París, a los que asisten cerca de 70 entusiastas mujeres de Checoslovaquia, Estados Unidos, Gran Bretaña, Suiza y Francia. Entonces el enojo de los hombres que detentaban el monopolio del olimpismo se originó, no por el evento en sí, sino porque lograron reunir a cerca de 20 mil espectadores, 20 mil personas, hombres y mujeres, quienes aplaudieron y festejaron el esfuerzo físico de aquellas pioneras.
¿El resultado? El COI aceptó mujeres también en esgrima y equitación… pero no en Atletismo.
Alice y el resto de las mujeres continuaron con su lucha, hubo más competencias femeninas, más peticiones, más mujeres que se animaban a ser parte de ese movimiento deportivo, hasta que, finalmente, Sigrid Edström, de Bélgica, entonces titular de la IAAF, cede ante la insistencia de Milliat y acepta mujeres en las pruebas de pista y campo, y él lleva una petición al COI de 15 pruebas para mujeres en los Olímpicos, de las que rechazan diez.
Ámsterdam 1928 fue, entonces, la primera ocasión que hubo mujeres compitiendo en Atletismo, en 100 y 800 metros, relevo 4×100, salto de altura y lanzamiento de disco… y entonces, la historia del Olimpismo cambió, pese a todo.
Allice murió 14 días después de cumplir 73 años de edad, en 1957, afectada por algunas enfermedades. Varios años antes se había ya separado de las organizaciones deportivas, contenta, quizá no del todo satisfecha, de lo que le había logrado: que las mujeres compitieran en el atletismo de los Juegos Olímpicos, sí, eso.
Correr, un tremendo logro para las mujeres.
Marzo 8, Día Internacional de la Mujer.
Betty Vázquez es Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM, con experiencia en Periodismo Deportivo por más de 20 años y coberturas en Juegos Olímpicos, Paralímpicos, Mundiales, Panamericanos y Centroamericanos.