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Columna

Novak Djokovic, el tenista forjado en la guerra balcánica

GRADA NORTE

José Luis Sibaja

Nadie puede negar la calidad de Novak Djokovic sobre una cancha de tenis, no por nada suma alrededor de 360 semanas como líder del ranking mundial (récord para la ATP) y tiene en sus vitrinas veinte títulos Grand Slam, mismos que han conquistado Roger Federer y Rafael Nadal.

Sin embargo, más allá de sus logros y brillante palmarés, el serbio es una de las figuras más polémicas del tenis mundial. Sus formas, no siempre bien recibidas, y su controvertida personalidad, diametralmente opuesta a la del suizo y a la del español, en muchas ocasiones lo colocan como el antagonista entre los tres más grandes jugadores de este deporte.

Desde el surgimiento de la pandemia del Covid-19, Djokovic ha protagonizado polémicos momentos, como cuando organizó un tour de tenis en Serbia y Croacia a mediados de 2020, en el que varios jugadores resultaron contagiados por su convivencia en fiestas y partidos con escenarios completamente llenos de público.

En este mismo lapso, el tenista serbio en más de una ocasión también ha externado comentarios que parecen cuestionar la pandemia misma y el uso de vacunas para combatirla, razones por las que seguramente ha decidido no recibir el biológico. Está en su derecho vacunarse o no.

Pero su más recientemente escándalo lo protagonizó el pasado miércoles 5 de enero al llegar a Melbourne, donde agentes migratorios australianos no le autorizaron entrar al país al encontrar un error en el visado que no le hace válida la “exención médica” que habría recibido para entrar a Australia, un país que obliga a todo extranjero a ingresar vacunado.

Cuando parecía que sería deportado el pasado jueves 6, los abogados de Djokovic lograron conseguir una audiencia para que un juez decida si debe abandonar el país o es autorizado a permanecer para participar en el Abierto de Australia que inicia el 17 de enero.

Desde entonces, un frente a todos los niveles (aficionados, medios, políticos y diplomáticos serbios, incluso grupos antivacunas) han dado muestras de apoyo a Djokovic, que cumple un aislamiento sanitario al que está obligado a atender por lo menos hasta el día de la audiencia.

Mientras llega ese lunes 10 de enero, el tema Djokovic ha llegado incluso a terrenos diplomáticos, con intercambio de mensajes enviados al más alto nivel, a través del Primer Ministro australiano Scott Morrison y por medio del presidente serbio Aleksandar Vučić. Habrá que poner atención al desarrollo de los próximos acontecimientos y al tono de las declaraciones.

Oculto en sótanos durante bombardeos

Quizá para comprender porque Novak Djokovic actúa como actúa, es importante conocer sus antecedentes, sus orígenes, su infancia y las circunstancias en las que creció, hasta convertirse en una de las máximas figuras del deporte mundial en el Siglo XXI.

Djokovic nació el 22 de mayo de 1987 en la otrora Yugoslavia, en una época en la que la geografía, la política y la sociedad de Europa del Este empezaban a cambiar con el desmoronamiento de la llamada “Cortina de Hierro” y con el fin del yugo que varias naciones superaron para crear nuevos países.

En este histórico periodo de cambios, fue precisamente en Yugoslavia donde estalló una guerra que dividió al país en su totalidad, en un conflicto que inició alrededor de 1991 y que dejó varios cientos de miles de fallecidos.

Fue precisamente en el conflicto bélico que involucró a Serbia (nación que anteriormente formaba parte de Yugoslavia), en la que creció Djokovic entre pobreza e intensos enfrentamientos armados a lo largo de la década de los años noventa del siglo pasado.

En un documental producido por CBS en 2011, Djokovic explicó que en cierto modo las duras experiencias que vivió de niño lo hicieron más fuerte y con hambre de éxito.

“Prácticamente estábamos siempre en el sótano. Todos los que venían, entraban, no había ninguna limitación. Nos despertábamos todas las noches a las 2 o 3 de la madrugada durante dos meses y medio por los ataques”, recordaría entonces.

Posteriormente, en 2013, reconoció que no tuvo una niñez similar a la de otros tenistas de su generación, “porque crecimos durante la guerra. Había muchas batallas, dificultad financiera, pero sobrevivimos”.

En otra ocasión, en 2019, volvería a compartir en entrevista para la BBC cómo fue su infancia marcada por los combates y los ataques de la OTAN en territorio serbio que se prolongaron por varios años.

Fue durante esta época cuando decidió tomar el tenis como una forma de vida. Entonces, el joven Djokovic, junto con su entrenador Bogdan Obradovic, buscaban canchas para entrenar en la zona sur de Belgrado cuando la guerra lo permitía, y de esta forma se moldeó la estrella que hoy el mundo conoce.

Crecer en un país en estado de guerra fue determinante en la formación del carácter y en la personalidad de Djokovic. Quizá fueron estas circunstancias de supervivencia las que en ocasiones lo hicieron más “individualista”, como muchos los califican. Otras voces lo definen como egoísta.

Y no se trata de justificar ni mucho menos defender a Djokovic por su “necedad” de disputar el Abierto de Australia para buscar su título 21 de Grand Slam (que lo ubicaría como líder histórico al superar a Federer y Nadal), sino más bien, de entender las razones en su accionar.

¿Qué se decidirá en los tribunales australianos respecto a la posibilidad de permanecer en Australia o ser deportado? Se sabrá hasta el lunes, pero lo que ya se puede asegurar es que Djokovic, independientemente de sus logros deportivos, ha perdido mucho respeto a nivel global, simple y sencillamente por no cumplir con las reglas de un país que exige que todo extranjero entre a su territorio vacunado contra el Covid-19, aun con los huecos legales australianos en temas migratorios, como la llamada “exención médica”.

Djokovic está en el epicentro de una polémica que rebasa las fronteras del deporte, y que ya mismo trasciende en los terrenos sociales y políticos a nivel mundial.

Sin duda, el caso Djokovic ha polarizado (aún más) las posturas entre los que están a favor de las vacunas y los que no, en una época de emergencia sanitaria por una pandemia a nivel global que se ve lejos de terminar.

La decisión de vacunarse es de él, de nadie más. Tiene el derecho de decidir qué es lo mejor para su cuerpo.

Sin embargo, ese “privilegio” que tendría (exención médica) lo colocaría en una posición incómoda, ya que de ahora en adelante todo su comportamiento dentro y fuera de la cancha será cuestionado y observado con lupa. Es el precio por la responsabilidad que conlleva su accionar.

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José Luis Sibaja: Director GRADA NORTE. Experiencia de 25 años en el Periodismo Deportivo. Coberturas internacionales: 4 Juegos Olímpicos, 2 Copas del Mundo de Futbol, 2 Campeonatos Mundiales de Atletismo y 6 Juegos Panamericanos.

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Twitter: @jlsibaja

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