Fanfarria para el ‘Payo’
En lo personal empecé a seguir al también pacifista y productor ya entrado en la música y descubrí que en efecto era un genio por la incomparable manera de componer e interpretar, tanto en la etapa con los Beatles, como en su paso siendo solista.
Eso es irrefutable pues todos ya sabemos la calidad del extinto miembro del cuarteto de Liverpool, que desgraciadamente fue el primero en fallecer, uniéndosele luego en el camino eterno George Harrison (dejó de existir el 2001 a los 58 años de edad), mientras que Paul McCartney y Ringo Starr mantienen su estatus de “leyendas vivientes”.
Definitivamente ese día del último mes del año siempre me trae remembranzas inigualables, en donde claro que Lennon (1940-1980) ocupa un lugar especial, pero no sobre Francisco “Payo” Estardante (1953-2017), quien fuera un personaje local amante del deporte y la música.
Claro, saltará la cuestión: ¿Y cómo lo comparas con esa figura sin igual? Vayamos por partes: Estardante Valenzuela fue una de las muchas personalidades deportivas hermosillenses que malamente pasan desapercibidas, aunque, más allá de eso, la historia del “Payo” dentro y fuera del deporte es digna de contarse.
Para empezar el mote se lo debe a la extinta publicación llamada “El Payo, Un Hombre Contra el Mundo” (impreso por Editorial Senda), un cómic mexicano de los años sesenta y conocidos en esa época como revistas de historietas. En sus tiempos eran la máxima atracción mucho antes del boom de los programas televisivos.
“El Payo”, que era un vaquero siempre a la defensa de su pueblo y los demás, fue todo un fenómeno e incluso escaló hasta la pantalla grande pues en 1972 lo encarnó Jorge Rivero en un filme –conocido hoy como “live action”- el cual podríamos catalogar dentro del género de “spaghetti western” aderezado a la mexicana.
Ahora, que ya conocemos el porqué del apodo, expurguemos las raíces de nuestro protagonista, quien luego de lucir en sus años mozos en la natación, destacando como tritón de los Búhos de la Unison a nivel estatal y nacional, decidió dedicarse a la enseñanza del deporte.
Tras graduarse del alma máter su pasión por la práctica deportiva no quedó ahí pues ese mismo entusiasmo lo llevó a un importante curso de medio año de duración en las instalaciones del Centro Deportivo Olímpico Mexicano (CDOM), en el mero Distrito Federal, para de ahí venirse de regreso a la Ciudad de Sol con un cúmulo de conocimientos sobre la Educación Física.
Rápidamente consiguió chamba en el Colegio Regis, y tras cumplir su ciclo en esa institución, lo contrataron en la Secretaría de Educación y Cultura del Gobierno Estatal, la cual, luego de algunos años de servicio, lo acreditó a la Comisión del Deporte del Estado de Sonora (Codeson).
Además, de manera simultánea, laboró como el encargado principal de la alberca del Seguro Social, conocida como la famosa “Asegurada”, en donde permaneció a cargo de esa instalación hasta el momento de su jubilación.
El “Payo” se nos adelantó en el camino el 11 de julio del 2017, a los 64 años de edad, después de luchar contra el maldito cáncer, el cual lo apagó poco a poco, hasta no poder más, sin embargo, dejó un legado para familiares, amigos y la gente del deporte.
El mismo año de su fallecimiento el Centro de Natación Ana Gabriela Guevara (Cenag) le ofreció la edición número 12 de su evento anual en la piscina ubicada en la parte sur de nuestra ciudad capital; al siguiente calendario, en el 2018, le tributaron el undécimo “Cruce de Bahía Alcatraz” en Kino. Ambos eventos llevaron el nombre de Francisco Estardante en reconocimiento a décadas de su apoyo, promoción y dedicación a la natación.
Muchos lo conocimos en el ambiente del deporte hermosillense y supimos el don de gente del tremendo “Payo”, y en verdad sí me considero uno de la infinidad de amigos que tuvo, obvio no tan cercano como algunos, pero cabe resaltar que compartimos tiempo de trabajo en la Comisión del Deporte del Estado de Sonora por aproximadamente una década.
A la Codeson, como decíamos, llegó comisionado de la SEC –del área de Educación Física- para continuar aportando su granito de arena al deporte y además empezó a dirigir ceremonias de inauguraciones y clausuras, e incluso, tomó el micrófono como anunciador en torneos de diferentes disciplinas… eso sí ¡nunca fallaba a los de natación!
Los servicios que ofrecía estaban muy completos, pues traía su propio equipo de sonido, repertorio musical, micrófonos y demás accesorios, siempre a bordo del inseparable pickup con cámper, ideal para el traslado de los aparatos a donde se le requiriera.
Cierta ocasión, en un descanso de uno de esos certámenes, el “Payo” giró una canción que me hizo recordar la introducción de un programa deportivo. Extrañado, volteo y le digo: “Esa es la rola que ponían al principio de DeporTV (que transmitía la desaparecida cadena Imevisión con José Ramón Fernández)”…. Y contestó “Sí, así es, y se llama ‘Fanfarria para el Hombre Común’ y la toca Emerson Lake & Palmer”.
Luego me confesó que ese título era ni más ni menos un “fusil” de Adam Coppland, quien creó la pieza orquestal en 1942, pero definitivamente los “ELP” elevaron el tema a la estratósfera ya que su adaptación de 1977 llegó al número dos en la lista de hits musicales del Reino Unido hace ya 43 años.
Posteriormente busqué la canción y aún me sorprendí más al ver que el video estaba grabado en el Olympic Stadium de Montreal, sede de los Juegos Olímpicos de 1976, estadio que después fungió como la casa de los desaparecidos “Expos” que jugaron en las Grandes Ligas de 1969 al 2004.
De ahí inició otra conexión entre el “Payo” y yo, introduciendo charlas musicales a las ya existentes de deportes. Empezamos a enrolarnos hablando de canciones, sobre todo de los sesentas y setentas, en español e inglés, y a pesar de que mi sabiduría era mínima a comparación de la suya, eso sirvió para entablar una amistad más sólida. Nuestras conversaciones eran extensas porque no es fácil encontrar apasionados en esas dos “artes”.
Al paso de los años el mismo “Payo”, no sé en realidad como se dio -yo creo porque se acercaba la fecha- me comentó del homenaje póstumo que le rendían a Lennon en cada celebración de su aniversario luctuoso en un lugar llamado el “búnker”.
Un grupo de fieles seguidores del inmortal artista, que él encabezaba, realizaban el ritual en ese sitio desde 1981. Eso alimentó mi curiosidad y empecé a bombardear con preguntas al profesor Estardante, quien alegremente contestó cada una de ellas, y de paso me remató al confesarme de su colección de discos de vinil.
Tenía que conocer dicha guarida y acepté la invitación. Ahí estuve puntual el siguiente 8 de diciembre en la casa que vio crecer a los Estardante Valenzuela ubicada en el número 51 de la calle Aldama, casi esquina con Veracruz, en la colonia San Benito.
Entre los asistentes estaban amigos y familiares, sin faltar su inseparable hermano José Carlos “Guy” Estardante, quien fuera también un sobresaliente tritón universitario y posteriormente se convirtió en un experimentado entrenador de natación, aún en activo, y muy conocido en el ámbito deportivo.
Quedé petrificado al ver la colección que el “Payo” conservaba dentro del famoso “búnker”, un cuarto de 5X6 metros construido en el patio del domicilio, para resguardar ese increíble tesoro musical. Me sentía como Indiana Jones indagando entre toneladas de vinilos ¡6 mil para ser exactos! con elepés de todos los géneros habidos y por haber.
Pero era la noche del cantautor inglés, y el grupo de amigos que solía reunirse ese día en especial, sólo programaban temas del festejado, sin embargo la velada le quedó corta al material, pues la discoteca personal del “Payo” contenía 103 tomos relacionados con el ex Beatle, contando sus grabaciones con el cuarteto y las de solista ¡Una colección impresionante!
Fue tanto el asombro de esa reunión que dos compañeros y yo decidimos sacar varios covers de los Beatles y de Lennon para tocarlos en el marco del próximo 8 de diciembre, la verdad no me acuerdo del año, pero fue una gran fiesta con la música en vivo como plus.
También viví la tertulia por las tres décadas sin John, ocurrida en el 2010, otra ocasión más en la que el “Payo” echó la casa por la ventana, y como siempre, cerró con broche de oro al brindar a los invitados el tradicional y exquisito plato de menudo cocinado a las brasas.
Tres años después, en el 2013, cuando ocupaba el puesto de coeditor de la sección Acción del periódico Expreso, la coordinadora de información, Alma Lorenia López del Castillo, se acercó a mí. Eran los primeros días de diciembre.
“Oye, porque no le haces un reportaje a tus camaradas que se juntan todos los años para rememorar a Lennon”, la idea me encantó, y aunque no era mi departamento noticioso, ni tardo ni perezoso le llamé al “Payo” y poco a poco le saqué la sopa. Gustoso nos dio del santo y seña de su compilación musical y tocó el tema de la relación con aquel desdichado homicidio de 1980 en Nueva York.
Atinadamente el domingo 8 de diciembre del 2013 salió publicado el artículo, y al mediodía Estardante Valenzuela me marcó para agradecerme muy contento por el gran espacio dedicado a la historia, pues le brindaron, merecidamente, una plana completa en la página 2 del cuerpo principal del diario.
Esa noche estuve en el “búnker” -creo fue la última vez de mi presencia ahí- y como acostumbraba, el “Payo” fue ameno, con su risa a flor de piel, contando las sabrosas anécdotas musicales y deportivas que siempre había por conocer
Tristemente me dijo que había perdido la visión de un ojo, por una cirugía mal aplicada en una operación de cataratas, pero su espíritu estaba intacto: era el mismo de todo el tiempo, dispuesto a ser el mejor anfitrión y regalar lo más espectacular del extenso repertorio musical con el cual contaba.
El pasado 8 de diciembre lo recordé mucho, de hecho, al día siguiente, tuve una larga llamada telefónica con su hermano, el “Guy”, quien me platicó que no han dejado de reunirse desde la partida del “Payo”, incluso este año en medio de la horrorosa pandemia a causa del coronavirus.
Sin embargo, definitivamente, en algo coincidimos: ¡Como hace falta el “Payo”!
A pesar de todo, estoy seguro que en alma me acompañó al momento de degustar un rico menudo junto a unas cervezas bien heladas, mientras oía rolitas del gran maestro inglés para recordar aquellas noches inolvidables en el “búnker” hablando de nuestras dos grandes pasiones en común: la música y el deporte.
Arturo Llanes Reyes tiene 21 años en la crónica deportiva. Especializado en prensa escrita con experiencia en radio y televisión.
Twitter: @arturollanes