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En la habitación 14, Blas Arredondo recuerda sus días con Naranjeros

Nacido en 1940, con apenas 20 años, Arredondo formó parte de la rotación de abridores de la novena naranja; su trayectoria comenzó en 1958, y apenas cumplida la mayoría de edad, obtuvo el subcampeonato con la novena hermosillense ante Ostioneros de Guaymas.

 

Sesenta años después de su debut, Don Blas ve correr los días en el Asilo Villa Paraíso al sur de Hermosillo. Desde hace meses pasa sus días instalado en la habitación número catorce del albergue.

 

Viste mezclilla y camisa a cuadros, y postrado en una silla, relata detalles de su pasado. Se muestra tranquilo, conecta ideas, aunque se desvía del tema inicial, se enoja, ríe, añora y exige, en el fondo, se le percibe feliz.

 

El mismo pitcher sonorense, que hoy se apoya de un bastón, en el inicio de su carrera integró ese equipo de Naranjeros que tenía el apoyo económico de Enrique Mazón y contaba con una directiva encabezada por Matías Cázarez, que, transcurridos dos años desde que la Liga de la Costa del Pacífico pasó a ser la Liga Invernal de Sonora (actualmente Liga Mexicana del Pacífico), emprendió rumbo a su primer título.

 

En ese amanecer de la década de los sesenta, en el dugout del estadio “Fernando M. Ortiz”, el manager cubano Virgilio Arteaga orquestaba la estrategia naranjera; Blas Arredondo, Mauro Contreras y Miguel Sotelo dominaban la “lomita de los disparos”; mientras Juan de Dios Villarreal completaba la “batería”.

 

La primera base empezó custodiada por Jesús Mendoza, aunque con el pasar de los juegos, Héctor Espino se consolidó como el guardián de la inicial; la “Ruta 6-4” quedó a la cuenta de Jorge Fitch y Marco Antonio Manzo.

 

Aquella exitosa novena se completó con Jesús Bustamante por la antesala, y con José Eladio Burruel, Andrés Rodríguez y Marco Antonio Sánchez como los patrulleros de los jardines.

 

Una década de triunfos

 

Blas Arredondo Sánchez (78 años; Hermosillo) duró una década (1958-1968) en el profesionalismo, tiempo suficiente para conseguir tres títulos y un subcampeonato con Naranjeros; además de ser prospecto de Grandes Ligas.

 

Enalteció su nombre en febrero de 1962, cuando lanzó el tercer juego sin hit ni carrera en la historia de liga ante Mayos de Navojoa, en un juego que finalizó con marcador de 2-0 a favor de Hermosillo.

 

En una columna escrita por el periodista Ignacio Peña, en la que entrevistó al cubano Camilo Verona, scout que descubrió a Fernando Valenzuela, el caribeño aseguró que Blas Arredondo fue el mejor pitcher mexicano que vio en acción.

 

“Blas tenía facultades esplendorosas, era un superdotado como lanzador, muy por encima de Vicente y Enrique Romo, José Peña, o cualquier otro pitcher mexicano. Yo no he visto otro mexicano con sus facultades para lanzar la pelota.

 

“Arredondo tenía facultades naturales para lanzar. Hacía el movimiento completo hasta quedar con la rodilla en la tierra, como marcan los cánones. Poseía una gran velocidad. Estoy seguro que hubiera triunfado en Grandes Ligas”, declaró Varona en el artículo de Peña.

 

Fue un impulso lo que marcó la carrera de Blas, al salir molesto de un encuentro, golpeó fuertemente la pared del “dugout” que le causó una fractura en la mano derecha cuyos estragos le impidieron continuar en el beisbol, contó el columnista Jesús Alberto Rubio.

 

La razón, un jonrón de Marcelino Montoya (jugador de Mayos) en el noveno ining que le costó la derrota a Blas en un juego que ganaba 2-1, pero perdió 2-3.

 

El mito del golpe que lo lesionó

 

Aunque Don Blas, años después aseguró en el libro “Leyendas 2 del Deporte Sonorense”, escrito por el periodista Jesús Arturo Llanes Camacho, que ese episodio no fue tal cual como ha trascendido a través de los años.

 

“Son ésos arranques de locura que todos tenemos alguna vez. Algunos logran contenerse, yo no pude pero hay algo que quiero decir, ésa lesión no fue la que me retiró del beisbol, no, me ocasión una pequeña fisura que se curó con un poco de yeso por algunas semanas.

 

“El problema grande de mi brazo de lanzar fue otro”, aclaró Arredondo en el libro de Llanes Camacho.

 

Tras solo lanzar ocho entradas en 1967 decidió culminar su trayectoria, el motivo, un fuerte dolor en el codo al momento de lanzar. Posteriormente, incursionó como ampayer durante una década.

 

Su vida ha dado un giro que lo alejó de los campos de beisbol y lo llevó al Asilo Villa Paraíso, en donde tiene compañeros nuevos, uno de ellos “Don Marcos”, otro huésped del lugar que, como música de fondo, entona la canción “Bello Amanecer” de Cheo Feliciano.

 

Repasa sus logros como beisbolista

 

Mientras platica, Don Blas cuestiona a los visitantes si se acuerdan de sus anécdotas, aunque, a los segundos asimila que solo él fue testigo de sus actuales relatos.

 

¡Él jugó con Héctor Espino y fue parte del primer campeonato de Naranjeros en su historia! Don Blas lo recuerda y presume con mucho orgullo y lucidez, aunque a él pocos le recuerden, o en el peor de los casos, le ignoren.

 

“Jugué diez años con Héctor Espino, era muy bueno y muy buena gente; es mentira lo que dicen por ahí de él, lo que dicen de mí también son mentiras, dicen que soy un ogro, pero no, soy una persona buena, pero ya no quiero ser bueno”; rememoró entre risas Don Blas.

 

El otrora figura del montículo no dejó escapar la oportunidad de relatar que el mejor lanzamiento que tenía era la recta y que la clave para ser un buen pitcher era el control de los disparos, fuera de ahí no necesitaba más.

 

Hace once años Don Blas fue entronizado al Salón de la Fama del Instituto del Deporte de Hermosillo en la Clase 2007, una distinción que redondeó su paso por las ligas locales hermosillense y la “pelota caliente” profesional.

 

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