En busca de… paz
Teniendo los Juegos Olímpicos cerca, vale echar un vistazo a aquellos mexicanos que defienden los colores de otra bandera en eventos internacionales. Y es que ser deportistas de Alto Rendimiento es un mundo que va mucho más allá de entrenar y competir, de viajar, de pelear un lugar y ganarlo, de colgarse una medalla y presumirla, compartirla, festejarla, de sentirse feliz por el logro y orgulloso de los colores de la bandera; va más allá de esperar calendarios, decisiones y escuchar argumentos y explicaciones o, peor, no escucharlos.
Gaby Bayardo y Linda Ochoa son de tiro con arco, Gaby, en arco olímpico, recurvo, ahora de Países Bajos y Linda, en compuesto, con Estados Unidos. Gaby fue seleccionada nacional casi seis años, incluso fue olímpica en Río 2016 al lado de Aída Román y Alejandra Valencia, con quienes fue cuarto lugar final por equipos, pero el amor por Mike Schloesser la llevó a Europa, al lado de su pareja, también arquero, originario de ese país.
Cuando solicitó su baja recibía beca de casi 30 mil pesos mensuales lo que fue motivo para que más de una publicación tratara el tema con cierto sesgo, casi de crítica pero resulta que fue su decisión, es su vida y su corazón, así que si ella optó por irse, pues lo que habría que hacer es desearle la mejor de las suertes en todos los sentidos.
En el ranking, donde aparece como Gaby Schloesser, atleta y entrenadora, ocupa el lugar 16 del ranking mundial después de ganar dos puestos. Se fue tranquila, sin pelearse con nadie, sin rencores y, seguramente, agradecida con todo lo que logró y aprendió aquí.
El panorama cambia un poco con Linda quien llegó a ser cuarta del mundo, consiguió un récord mundial en su modalidad, fue medallista mundial también y ganó varias medallas para México en Centroamericanos y Panamericanos. La última, bronce en Barranquilla 2018 en los Juegos Centroamericanos pero, como bien dice, cuando las dificultades del entorno comienzan a reflejarse en la salud, es el mejor indicativo de que es necesario hacer cambios.
Desde Utah, Estados Unidos, Linda compartió su experiencia, lo difícil de su proceso aunque todo indicaba que era por ahí que debía continuar. Por 17 años fue seleccionada nacional, en 2015 se casó con el estadounidense Steve Anderson, también arquero, pero se mantuvo como parte del equipo mexicano, al mismo tiempo que llevaba a cabo todos los trámites necesarios para cambiar su residencia porque eso de amor de lejos…
A partir de ese momento y hasta 2018 vivió “los tres años más difíciles de mi carrera deportiva”, asegura. A más de 2 mil 600 kilómetros de la capital mexicana y desear, con todas sus fuerzas, continuar en la Selección Nacional chocaron con la administración mexicana.
“Por ejemplo – me cuenta – en Estados Unidos está muy marcada la temporada de aire libre y la temporada bajo techo por las condiciones climáticas que hay, aquí tenemos seis meses de invierno, mucho frio, siendo enero el mes en que hay más nieve, hay más frio, y en enero México hace sus Nacionales al aire libre, en la Ciudad de México.
“¿Por qué? pues porque en México no tenemos la necesidad de entrenar bajo techo, entonces yo tenía que volar a México, mi equipo, mis flechas, la técnica y mi preparación son diferentes, y tenía que volar a México y ahora sí que rezar y confiar cien por ciento en mí, en que podía hacerlo para seguir estando en el equipo”.
Otra limitante en su carrera fue la planeación, porque mientras ella organizaba su calendario, aquí, y eso no cambia, dan a conocer las fechas casi “al cuarto para las doce”. Linda tenía que pensar entre las competencias internacionales o las nacionales que, en muchas ocasiones, implicaban estar o no en la selección y más, ganar o no dinero, porque en Estados Unidos es profesional.
El 2018 fue su último año como deportista mexicana y, dice, fue el más complicado y estresante, al grado de que la presión de cumplir con concentraciones, los viajes, lo estrecha de su beca en Conade contra lo que genera como profesional derivó, incluso, en malestares físicos que casi la obligan a renunciar en los Juegos Centroamericanos de Veracruz 2014, estrés que se reflejó en fuertes problemas estomacales y pérdida de cabello.
Entonces, ¿fue fácil para ella cambiar de nacionalidad? No, pero llegó el punto de no retorno, en el que uno dice “ya estuvo, ya fue suficiente”, y fue en diciembre de 2018. Un par de meses antes había comprado boletos de avión y hecho todos los preparativos necesarios para estar, en enero, en la Copa del Mundo Bajo Techo de Francia, entonces la Federación Mexicana anuncia, en enero, el primero de tres selectivos nacionales, las fechas se empalmaban.
Cuarta del ranking y con récord mundial, Linda pidió apoyo, mismo que se le negó tanto en la Federación como en Conade: “Pero no fue como que solo por eso, no sé si me explico, fue como que una cosa tras otra, tras otra, tras otra, había una persona en Conade que de verdad me hizo la vida imposible, no sé por qué, siento que era personal; entonces era eso, era estar lejos de mi esposo, de mi familia, de mi vida en Estados Unidos.
“Era el estrés de que yo quería quedar en la Selección cuando yo no podía entrenar afuera aquí en Utah, y tenía que quedar en la selección, enero, febrero y marzo los selectivos que tenían en México, presión que yo me ponía extra; estrés, viajar, pagarme mis gastos, estar viajando desde Estados Unidos a México, fueron muchas, muchas cosas, no fue nada más como que, ¡ah! no me dejaron entonces hago mi berrinche y me salgo de la selección”.
Terminaron 17 años representando a México, a su país, ahora, más tranquila, con más paz emocional y más cabello, retoma el camino, para el que, incluso, tuvo que asistir a terapia psicológica.
Algo similar ha ocurrido con el clavadista Jonathan Ruvalcaba, quien recientemente consiguió boleto a Tokio 2020, pero con la bandera de República Dominicana. Con una larga carrera representando a México, subiendo a podios aquí y en el extranjero, fue bronce en sincronizados de trampolín con Rommel Pacheco en la Universiada de Shenzhen en 2011 y plata en Juegos Centroamericanos de Veracruz 2014, entre otros logros, prefirió alejarse de los procesos “truculentos” como él mismo los califica, de la Federación Mexicana de Natación, por continuar su carrera deportiva con mayor tranquilidad.
“Pato” era excluido de selecciones y amenazado, desde República Dominicana me contó que le advertían, o aceptaba las decisiones federativas, o su carrera sería truncada y sus becas retiradas, “en fin -recuerda él- muchas, muchas cosas que amedrentaban mi persona, en este caso incluso mi desempeño como clavadista porque, pues una Federación no te puede estar diciendo esas cosas, cuando se supone que ellos son los que tienen que velar por tus intereses, porque al final del día tú, o uno, los representa en las competencias nacionales e internacionales, lo que uno quiere es dejar el nombre de su bandera en alto”.
“Entonces este cambio representó para mí un renacimiento incluso a nivel personal porque en República Dominicana encontré de nuevo el gusto por hacer clavados, encontré de nuevo este amor por el deporte, no solamente fue “ah!, voy a representar a otro país y a ver qué sale!”, no, fue todo un proceso, bueno, espiritual diría yo, porque le encuentras sentido de nuevo a tu vida, después de tantas decepciones, después de tantos fracasos, pero me refiero al fracaso de estas cosas que no dependen de ti y, aun así terminas perdiendo, o sea, a veces ganando selectivos, terminas perdiendo”.
“Renacimiento” es hoy su palabra favorita, porque como explica, así es como se siente, un nuevo “Pato” con objetivos claros, consciente de que ahora todo depende de él, y tal vez, con más responsabilidad, principalmente hacia él mismo: “lo hago porque quiero mostrar todo mi esfuerzo, mi talento, mi trabajo al mundo durante las competencias, pero más allá de eso, los resultados ya no son una determinante en mí, no quiero sonar, tal vez mediocre sería la palabra, pero da igual si soy un oro Olímpico o soy el último lugar del mundo, porque todos los días me levanto y lo que hago, tirar clavados.
“Lo hago con gusto y eso es lo realmente importante en el deporte, es lo realmente importante en la persona, yo me considero un afortunado y es por eso que emocionalmente me cambió la vida irme a República Dominicana, yo estoy totalmente satisfecho con esa decisión”.
En la pasada Copa del Mundo de Tokio consiguió lo que por México no pudo: Calificar a los Juegos Olímpicos, poder, ahora sí, pensar en ese debut soñado y, como dice, tal vez no hay clavados en República Dominicana, pero de igual forma tiene que salir y pelear con todos los demás, así que “Pato” tiene la enorme oportunidad de subir al podio y ser el primero que lo haga de ese país en clavados.
Al igual que en el caso de Linda, Jonathan está en República Dominicana por amor, pero en su caso, a su deporte, en México dejó todo lo que tenía para continuar haciendo lo que lo hace feliz y para poder hacerlo con tranquilidad emocional, lo que en ninguno de los dos casos significa menor exigencia, tal vez ésta creció.
“Me enamoré del país completamente, la forma de vida, el clima, como son las personas, las playas, todo esto tuvo un gran peso en mi decisión. Yo tuve ofertas de otros países, y pregunté para irme a otros, y en los países que yo pregunté y en los que me buscaron, obviamente tuve las puertas abiertas, entonces digamos que hasta tuve un menú de países que querían que yo representara a su bandera y decido quedarme en República Dominicana porque, para empezar, es muy cerca de México, yo siempre pensé eso, bueno, es mi familia, es algo importante para mí, estar en mi tierra, la distancia no es mucha”.
En Río 2016, bajo la dirección de Salvador Sobrino, ex entrenador de Fernando Platas, y con la bandera de Australia, estuvo Kevin Chávez, también en clavados. Kevin se somete a una operación en la rodilla izquierda y viaja hasta el otro lado del mundo para rehabilitarse, “Chava” está pendiente de él y lo convence de quedarse, Joel Rodríguez, ex clavadista olímpico también de nuestro país, es parte del cuerpo técnico, así que para Kevin la dificultad era decidirse y la distancia, pero, viendo las diferencias, el apoyo, el sistema, optó por quedarse allá, y esperemos verlo en Tokio 2020 para sacarse la espinita de Brasil.
Taekwondo también ha tenido “fugaz”, Jaqueline Galloway, Paulina Armería y Damián Villa, los tres con doble nacionalidad, optaron por quedarse con la segunda, a excepción de Paulina que compite por Italia, los otros dos lo hacen por Estados Unidos, Jackie era del peso de María del Rosario Espinosa a quien venció en varias ocasiones, pero María la derrotó en la semifinal de Río 2016, mientras que Damián, medallista mundial, tomó la decisión de buscar el boleto a Tokio 2020, al ver que su peso sería muy competido aquí en México.
Para Londres 2012 ganó la plaza pero el boleto quedó en manos de Diego García y en Río en los 58 kilos fue Carlos Navarro, para su mala suerte EEUU decidió no buscar lugar en su división; y Paulina hizo el cambio por motivos académicos, buscó lugar en la selección italiana, lo ganó, peleó la plaza, pero no la consiguió.
Esta lista la cierro con la esgrimista Paola Pliego, hoy uzbeca, radicada en Italia, quien tampoco logró el objetivo de estar en Tokio 2020, pero que continúa con un proceso legal que será realmente muy largo, demandó a la Conade y ganó pero se prepara amparo para el organismo gubernamental, sin duda, tema para otra entrega.
En resumen, los deportistas practican su deporte por amor, lo que ponen a prueba en cada evento es su capacidad física, técnica, táctica, mental; y ya sea aquí o al otro lado del mundo el objetivo, como lo debe ser para todos, es buscar ser felices, el alto rendimiento tiene ya sus propias dificultades, ¿vale la pena añadirle más?
Betty Vázquez es Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM, con experiencia en Periodismo Deportivo por más de 20 años y coberturas en Juegos Olímpicos, Paralímpicos, Mundiales, Panamericanos y Centroamericanos.