Columna

El balón llora porque el futbol está secuestrado

 

Quisiera dejar en blanco la siguiente publicación como forma de protesta, sin embargo, creo firmemente que las palabras pueden causar más conciencia y levantar la voz puede hacer que más personas se unan a un movimiento, en este caso el de dejar #FueraLasBarrasDelFutbol.

Lo acontecido en Buenos Aires el pasado sábado, desgraciadamente a muy pocos sorprende; la Argentina vive ya desde hace muchos años, quebrantada por la violencia y la corrupción, mismas que se han sumergido a niveles insospechados en muchas actividades del país, pero sobre todo en el futbol, actividad que históricamente para su pueblo es mucho más que un deporte.

 

Más allá de las imágenes en las que fuimos testigos como decenas de “aficionados” apedreaban y lanzaban cuanto objeto se encontraba frente a ellos al autobús de Boca, más allá de las imágenes en las que los hinchas se enfrentaban a policías en las inmediaciones del Monumental, más allá de las imágenes en las que los “Barras Bravas” quebraban los vidrios de los automóviles cercanos al estadio para después saquearlos, más allá de ver como Rodolfo D’Onofrio, presidente de River Plate, corría despavorido ante la presunta presencia de varios hinchas en los pasillos del Monumental cuando daba una entrevista en televisión, más allá de las imágenes de los jugadores agredidos y heridos por los vidrios rotos del autobús y del gas lacrimógeno, más allá de las imágenes de los directivos de Conmebol yendo y viniendo intentando que el partido se disputara tras lo acontecido, más allá de todo eso, me quedo asombrado y aborrecido con la imagen de una mujer intentando ingresar bengalas al estadio de forma ilegal, al pegarlas al cuerpo de quien pudiera ser su hija de unos 5 ó 6 años de edad.

 

Esa imagen de la que les hablo, representa perfectamente lo que es la “cultura del aguante” en la Argentina, a quienes no les interesa hacer hasta lo más bajo y ruin, con tal de delinquir y llevar su “fanatismo” al extremo y de “sufrir y vivir por los colores de su equipo”.

 

Lo ocurrido el pasado sábado, presuntamente, fue una forma de venganza de los hinchas de la barra “Los Borrachos del Tablón”, ya que un día antes de la final de vuelta, en un allanamiento en la casa de uno de los líderes de la Barra Brava de River Plate, les confiscaron 7 millones de pesos (entre argentinos y dólares), y 500 entradas oficiales con las que integrantes de Los Borrachos del Tablón pretendían ingresar al Monumental.        

 

Por estas cosas y por muchas más, es que el balón llora porque el futbol en la Argentina está secuestrado por unos inadaptados, por aquellos que en su vida han sentido la libertad al patear un balón, por aquellos que nunca han sentido lo hermoso que es anotar un gol, lo brillante que te sientes al completar una asistencia, lo fuerte y valiente que te sientes al detener a un rival con una barrida o lo invencible que te sientes al atajar un balón con tus manos; a ellos sólo les importa “el aguante” en las gradas y en ser parte de todas esas actividades ilegales en las que participan las barras bravas en la argentina.

 

Termino, con un fragmento del texto publicado por The New York Times, del escritor argentino, Martín Caparrós, este fin de semana:

 

“Son los casos extremos: las puntas de ese iceberg. El bloque sumergido –muy poco sumergido– son los millones de argentinos a los que nos gusta que nos digan que nadie vive el fútbol como nosotros. Es simpático; deja de serlo cuando esa forma propia de sentir el fútbol consiste en volverlo un drama merecedor de cualquier violencia, de cualquier sacrificio. ‘Vos sos mi vida, vos sos la pasión,/ más allá de toda explicación./ (…) y ni la muerte nos va a separar,/ desde el cielo te voy a alentar.’

“Sería bueno encontrar una manera de disfrutar del fútbol sin convertirlo en esa falsa cuestión de vida o muerte; hay muchas cosas por las que vale la pena pelear en serio, y el fútbol no es una de ellas. Pero no las encontramos porque no queremos buscarlas. Seguir así, “dando la vida por los colores”, nos permite creer que somos originales, diferentes, más intensos, más vivos. No que, en lugar de dedicar los esfuerzos importantes a las cosas importantes, los desperdiciamos en estas tonterías. El fútbol es un juego; si alguien se cree que no lo es, se vuelve un gran engaño”.

 

*Comunicador deportivo con ocho años de experiencia en los medios de comunicación y toda una vida practicando y disfrutando los deportes. Trabajó para Grupo Acir y Periódico El Imparcial.

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Noticias relacionadas