Deportistas ucranianos y rusos, su encrucijada
GRADA NORTE
José Luis Sibaja
En abril de 1982 inició la Guerra de las Malvinas. Entonces, dos argentinos, Osvaldo Ardiles y Ricardo Villa eran figuras del Tottenham Hostpur del futbol inglés.
Apenas iniciaron los combates en el sur del continente americano, la idolatría que la afición de los Spurs sentía hacia los jugadores sudamericanos se convirtió en un constante rechazo y hostigamiento. Como si Villa, y, sobre todo Ardiles, fueran enemigos de los ingleses.
Conforme la escalada de la guerra argentino-británica se agudizaba y se acercaba la Copa del Mundo España 1982, la presión “rompió” a Osvaldo Ardiles, que se sentía rechazado en Inglaterra y en Argentina llegó a ser cuestionado su patriotismo por el solo hecho de jugar en el futbol británico.
La encrucijada que vivió Ardiles durante los meses que duró la Guerra de las Malvinas quedó retratada en el documental “30 for 30, White Blue White” que produjo ESPN en 2014.
Cuarenta años después, esta misma encrucijada experimentan muchos de los deportistas ucranianos y rusos de talla mundial que ven a la distancia cómo sus naciones se enfrentan desde el pasado miércoles 23 de febrero, cuando Rusia hizo su incursión militar en Ucrania.
Al igual que Ardiles, a Tornike Shengelia el destino lo ubicó en un lugar muy incómodo. Mientras jugaba con el CSKA de Moscú, donde se había convertido en uno de los jugadores más queridos del basquetbol ruso, veía desde la capital de Rusia cómo su país natal, Ucrania, era atacada por órdenes de Vladimir Putin.
El ucraniano Shengelia no pudo más y, como Ardiles, también se “rompió” y renunció a seguir jugando para el CSKA de Moscú (paradójicamente, club perteneciente al ejército ruso) y decidió salir de Rusia lo antes posible. Su historia la publica el periódico Marca de España (https://www.marca.com/baloncesto/euroliga/2022/02/26/62196e6622601d983f8b461b.html).
En particular, la solidaridad que ha mostrado la comunidad europea hacia los futbolistas ucranianos ha sido constante desde prácticamente el primer día de los combates. En Portugal, Roman Yaremchuk entró al campo y fue recibido con gran ovación y múltiples mensajes de “Paz en Ucrania” en las gradas del estadio del Benfica que provocaron en el futbolista una emoción que casi lo lleva a las lágrimas.
Anteriormente, otros ucranianos que ven la guerra desde lejos, Oleksandr Zinchenko (Manchester City) y Vitaly Mykolenko (Everton), vivieron un momento muy emotivo que les provocó que se les humedecieran los ojos con las demostraciones de cariño de sus aficiones.
Mientras, en España, el jugador del Sporting de Gijón, Vasyl Kravets, al no soportar ver los ataques sobre su país, se declaró listo para enrolarse en las filas del ejército ucraniano para defender su nación ante la invasión rusa.
Patriotismo y propaganda ucraniana
En los más recientes días han circulado en redes las imágenes de dos campeones mundiales de box ucranianos (actualmente activos) que no han sido indiferentes a la guerra que libra su país: Vasyl Lomachenko y Oleksandr Usyk.
Mientras Usyk compartió en Instagram un mensaje que invitaba a una solución pacífica a la guerra, con muestras de dolor por lo que sufre su país, por diferencia de horas comenzó a circular en redes una imagen de Lomachenko uniformado como soldado ucraniano.
La imagen de Lomachenko, considerado por muchos uno de los mejores boxeadores del mundo en la actualidad, tiene un doble efecto, no solo por su muestra de heroísmo que motiva a sus compatriotas, sino también para dar un “golpe al hígado” a la moral del ejército ruso.
Este manejo intencional (o no) de la imagen de Lomachenko en redes sociales se llama propaganda, un recurso para enviar mensajes “entre líneas” que ha sido puesto en práctica desde épocas de la Revolución Rusa y durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial.
Rusos contra la guerra
Esta encrucijada que viven varios deportistas ucranianos también la experimentan los rusos que están en contra de la guerra que su país ha iniciado en Ucrania, pero que poco pueden hacer para detenerla, sino es, apenas, con posicionar sus posturas en redes sociales o con alguna espontánea manifestación en los escenarios deportivos donde se presentan.
Como el caso del tenista ruso Andrey Rublev, quien al final de su partido no dudó en escribir en la lente de la cámara un “No war please” (no a la guerra por favor), que fue emotivamente recibido por la afición de Dubái, donde acababa de jugar.
En la misma frecuencia se manifestó el también tenista ruso Karen Khachanov que compartió en sus redes “no a la guerra”.
Por su parte, su compatriota, el ciclista Pavel Sivakov escribió “estoy totalmente en contra de la guerra. Me gustaría que la gente entienda que la mayoría de los rusos solo queremos la paz y no hemos pedido nada de los que está pasando”.
Son dos polos en una misma tragedia: La guerra. Por un lado, los deportistas ucranianos sufren en la distancia la destrucción de su país, y por otra parte, los deportistas rusos, varios de ellos, buscan la redención, o quizá el perdón, por lo que los líderes de su nación están provocando.
Lo que es cierto es que en ambos casos hay dolor, miedo, coraje y preocupación, por quienes se encuentran en medio de los combates: Familia, amigos y conocidos.
Hace pocas semanas, o días, nadie imaginó el teatro de guerra que se vive en Ucrania, nadie deseó el inicio de ningún conflicto bélico, y quienes más lo sufren, enfocándonos únicamente en el tema deportivo, son precisamente los deportistas ucranianos y rusos, que fuera de sus países se encuentran una posición incómoda y hasta dramática.
° José Luis Sibaja: Director GRADA NORTE. Experiencia de 25 años en el Periodismo Deportivo. Coberturas internacionales: 4 Juegos Olímpicos, 2 Copas del Mundo de Futbol, 2 Campeonatos Mundiales de Atletismo y 6 Juegos Panamericanos.
° Twitter: @jlsibaja