Columna

De correr atrás del tren, a primera campeona olímpica

 

Pero no, no fueron los Juegos Olímpicos, fueron los II Juegos Mundiales Femeninos en 1926, realizados en Gotemburgo, Suecia, en la época en que ni el Comité Olímpico Internacional ni la Federación Internacional de Atletismo querían verse involucrados con las mujeres y sus competencias, sin embargo, como ya vimos, no les quedó otra más que ceder, y los Olímpicos de Ámsterdam 1928 le dieron la bienvenida a las mujeres en pruebas de pista y campo, en cinco de ellas, la decisión enojó tanto a los atletas británicas quienes esperaban un programa igual al de los hombres, que a manera de protesta boicotearon los Juegos.

 

Las mujeres hicieron su debut, nerviosas, emocionadas, bajo miradas de alegría y muchas, seguramente de escrutinio y rechazo, en los 100 metros planos. Hubo   calificación y final a la que llegaron seis velocistas, las canadienses Fanny Rosenfeld, Ethel Smith y Myrtle Cook, además de las alemanas Erna Steinberg y Helene Schmidth, además de la estadounidense, oriunda de Riverdale, Illinois, Elizabeth Robinson, quien se convertiría en la primera campeona olímpica de la prueba reina del Atletismo.

 

Curiosamente, Betty nunca buscó estar en una competencia deportiva, ni siquiera tenía idea de que era una gran velocista y fue otra mujer, su profesora de biología,  aunque otros dicen que fue el entrenador de atletismo de la escuela, Charles Price, quien al verla correr con tal velocidad al salir de la escuela para alcanzar el tren, le preguntó si tenía idea del tiempo en el que había corrido esa distancia que, supongo, debió haber sido de cien o más metros; la respuesta de Betty fue que no. Para entonces tendría apenas unos 15 años de edad.

 

En marzo de 1928, cuatro meses antes de los Olímpicos de Ámsterdam, Betty tuvo apenas su primera competencia; en la segunda, poco después, se dio el lujo de romper el récord mundial de los 100 metros, para cuando la aún adolescente Betty Robinson llegó a Ámsterdam tenía 16 años y solo tres competencias.

 

Superó la clasificación en segundo lugar, fue la única de su equipo en conseguirlo. Delante de ella calificó la favorita, la canadiense Fanny Rosenfeld, pero ahí estaba Betty lista para la final y… ¡con dos zapatillas del mismo pie, vaya contratiempo! Rápidamente recibió ayuda de otro miembro de su equipo que logró entregarle, casi en la salida, la otra zapatilla.

 

¡En sus marcas, listas, fuera!! Betty sabía cómo correr los 100 metros, era lo suyo, para eso había entrenado en el equipo varonil de su escuela con Charles Price.

 

Las gradas en su mayoría estaban ocupadas por hombres, algunos se burlaban, otros observaban y aplaudían, ¡pero fueron apenas 100 metros que Betty cubrió en 12.2 segundos para igualar el récord mundial y derrotar a la favorita por apenas una décima de segundo! Final de fotofinish mucho antes del fotofinish. En Ámsterdam, Betty sumó al oro una plata con su equipo en el relevo 4×100.

 

Las fiestas, celebraciones y reconocimientos fueron muchos a su regreso a Rivendale. Continuo estudiando y entrenando hasta que…

 

Su vida dio un giro inesperado…

 

Betty sufrió un terrible accidente aéreo en 1931, junto con un primo, quien falleció. Ella quedó terriblemente herida, tanto que un hombre que se acercó al lugar donde cayó la avioneta donde viajaban pensó que estaba muerta, y así la llevó a la morgue donde se percató de que había un aliento de vida en ese cuerpo de huesos rotos que la dejó inconsciente por siete semanas, tiempo en el que las heridas comenzaron a sanar.

 

Contrario a lo que quizá hasta ella misma pensó, pudo regresar a las pistas, aunque quedó imposibilitada de poder doblar completamente una de sus piernas, pero podía correr, de hecho, asistió a unos segundos Juegos Olímpicos en Berlín 1936, donde fue parte del relevo 4×100, prueba a la que asistió Adolfo Hitler quien, junto con Goebbels gritaba de emoción apoyando a sus velocistas que ya habían roto el récord mundial, pero, la última de ellas, Ilse Dörffeldt, perdió la posta, y Estados Unidos con Harriet Bland, Annette Rogers, Betty Robinson y Helen Stephens se llevaron la victoria.

 

Por cierto, cuenta la historia que, ante la gran tristeza de Ilse, Hitler las mandó llamar y las consoló.

 

El atletismo siempre fue parte de la vida de Betty, muchos años fue Juez, dio conferencias, compartió lo vivido como deportista, vivió! y murió a los 87 años de edad.

 

Sus últimos años se vio afectada por el Alzheimer, esos increíbles recuerdos se guardaron en el fondo de su memoria, esas medallas tal vez perdieron sentido para ella, pero también en su memoria, en su corazón, en sus piernas, en su sonrisa, siempre estuvo aquella veloz jovencita de 16 años que abrió un capítulo para millones de mujeres.

 

Marzo 8, Día Internacional de la Mujer.

 

Betty Vázquez es Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM, con experiencia en Periodismo Deportivo por más de 20 años y coberturas en Juegos Olímpicos, Paralímpicos, Mundiales, Panamericanos y Centroamericanos.

 

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