De cómo la fortaleza mental suple un par de piernas: Michel Muñoz
Es una gran satisfacción cuando ves pasar los kilómetros y finalmente tienes la meta a la vista, tus piernas han hecho un gran trabajo, te entrenaste para ello y lo conseguiste; pero cuando esos cinco o diez kilómetros los cubres con el trabajo de tus brazos y tus manos, sobre una patineta, con todos los demás corredores a tu alrededor, en terrenos que no siempre son precisamente planos, el tema se complica… ¡sin duda!
En alguna de las muchísimas carreras callejeras que cubrí, parada en la meta, vi a un hombre cruzarla de esa forma: Sobre su patineta y utilizando sus manos, no sabía quién era, pero sabía que tenía una historia que yo quería conocer: Michel Muñoz, ese es su nombre.
Su cuerpo es fuerte, pero su mentalidad lo es aún más, y su deseo de salir adelante, de no dejarse vencer lo tienen hoy con boleto a los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020 en Para-remo, un deporte que hará su debut en el programa de competencias.
Michel entrena en la pista de Cuemanco-Xochimilco, al sur de la capital mexicana, una pista artificial hecha para los Juegos Olímpicos de México ‘68 que está verdaderamente lejos de su casa que se encuentra en el Estado de México, son horas de camino en transporte público que Michel soporta con tal de hacer lo que ama: Entrenar remo.
Pero este deporte llegó a la vida de Michel después de que intentó otros, como futbol, basquetbol, beisbol, alguno que otro maratón y hasta competencias de Spartan. Michel no tiene piernas, nació sin ellas por una condición congénita, por eso la patineta, por eso los brazos y las manos, pero esa situación nunca ha sido motivo para que no busque hacer lo que le gusta. Mientras me lo contaba entendí que la mente, su mente, es la parte más fuerte de todo su ser.
Días después nos volvimos a encontrar en Cuemanco y me explicó que el esfuerzo que tenía que hacer en el bote era grande porque la falta de piernas hacía que el apoyo lo tenía que hacer con su cuerpo, con su tronco, para evitar resbalarse, sin embargo, el potencial que su entrenadora, la argentina Alejandra Menzi, veía en él era lo que le daba esa fuerza para esforzarse porque aquello parecía una lucha interna, entre el “me cuesta mucho más de lo que puedo dar”, y el “ella realmente cree en mí”.
En ese momento era un deportista que estaba en búsqueda de mejorar y de resultados; el apoyo económico era escaso, muy escaso, pero las necesidades no paraban. Cuando lo conocí ya era papá de una pequeña, Ahítala Amile, que hoy tiene cuatro años de edad y que es el amor de su vida; así que Michel salía todos los fines de semana a un crucero en la colonia donde vive para apoyar con el tráfico y conseguir dinero, con las aportaciones voluntarias de los conductores.
La nomenclatura de la prueba en la que buscará medalla en Tokio es PR1M1x y lo hará entre el 26 y el 28 de agosto próximo, pero para llegar a la plaza olímpica Michel ha tenido que trabajar mucho más que en sólo evitar resbalarse en su bote:
“Yo creo -cuenta- que en los últimos años, en los últimos tres años he tenido ese despunte que creo que todo atleta quiere, poner metas y objetivos grandes y trabajar por ello, es lo que he hecho. Ha llegado a mi vida mucha gente que me ha ayudado muchísimo y gracias a eso he podido conseguir estos objetivos, estas metas, para enfocarme en lo que quise: unos Juegos Paralímpicos, y trabajar, todos los días, muy fuerte para ello, sacrificando tiempo con mi familia, con mi hija, para mí.
“Entonces ha sido difícil pero me siento muy, muy contento porque he madurado como atleta y como persona, en lo deportivo he crecido muchísimo, esta madurez mental me ha ayudado a poder conseguir rápidamente triunfos y en mi vida personal me ha ayudado a visualizar a mi familia para darles lo mejor, para eso trabajo todos los días, para eso me esfuerzo todos los días.
“Antes era pesado, era un trabajo muy pesado, y había veces que quería renunciar, pero el darme cuenta que pude alcanzar el sueño de atleta y ver que mi familia está bien, me ayuda a que sea menos”.
Cuando lo dice alguien como Michel, lo que viene a mi mente es el trabajo físico y mental, los posibles pensamientos que más de una vez atravesaron su cabeza, y como él mismo lo confirma, la duda, el debatirse entre continúo o renuncio, me enfoco o miro hacia otro lado, sueño en Tokio o me creo eso de que no se puede o no es para mí.
La plaza la consiguió a principios de marzo en Río de Janeiro, Brasil, en el clasificatorio continental donde quedó en segundo lugar, de eso hoy hace más de tres meses pero la emoción es exactamente la misma y cuando habla de ello señala que hay muchas personas detrás, muchos que lo apoyaron, pero otros también que buscaron ponerle piedras en el camino sin pensar, creo, que es especialista en superar obstáculos, y cuenta que a pesar de todo eso, y todo el dolor físico, mental y emocional, continuó, y continúa, aunque ello implique dejar de ver a su pequeña por mucho tiempo.
Michel nunca ha tenido piernas, así que siempre ha tenido la misma visión del mundo, siempre ha tenido que buscar cómo moverse, cómo hacer lo que le gusta, pero nunca escuchó de sus padres un “no puedes”, “no lo hagas”, “no lo intentes”, y con eso le ayudaron a suplir la ausencia de sus piernas, así que, más allá de lo que sabe de remo, de cargas de entrenamiento, de competir, Michel sabe de vivir: verlo y escucharlo se convierten en un poderoso mensaje que nos hace reflexionar:
“Pues en primera que si tienen un sueño, que trabajen todos los días muy fuerte para conseguir ese sueño; si tienen metas, objetivos, que trabajen fuerte, nunca va a ser nada fácil, la vida siempre es compleja pero siempre hay oportunidad de poder conseguir esas metas, habrá gente que quiera ponerte el pie, que no quiera que crezcas, pues que no se dejen, que se la crean, que confíen en sí mismos.
“Que se crean que son capaces de lograrlo, y que siempre vayan poco a poco buscando ese sueño, y decirle a los papás que apoyen a sus hijos, que no los dejen, que siempre estén pendientes, en la calle siempre va a haber gente mala que va a querer jalarte a hacer cosas indebidas pero la verdad es que cuando se cuenta con el apoyo, el amor de los padres, creo que es más fácil como hijo poder hacer las cosas mucho mejor.
“Así que siempre busquen la posibilidad de estar con sus hijos y ámenlos hasta el final. No somos perfectos, tenemos muchos errores, pero quién más que ustedes como padres, para ayudarnos a corregir eso”.
Michel asegura que mirando a la vida de frente, sus oportunidades eran dos: quedarse en su casa, sin salir, sin intentar nada, ocultándose de la vista del mundo y dependiendo de otros, o sacudirse el miedo, la inseguridad y armarse de lo más efectivo para moverse… optó por salir, y al haberlo hecho nos reta, y nos dice: “Si yo no renuncio, no se den la oportunidad tampoco de renunciar, así que siempre con la cabeza y la frente en alto, y siempre mirando y pensando positivo”.
Está tan enfocado en su preparación para Tokio (los Paralímpicos iniciarán el 24 de agosto) que se olvidó que el 20 de junio es el Día del Padre, pero ni un sólo día olvida que él lo es, es padre e hijo, pero sobre todo, es un ser humano comprometido con él mismo, con su vida, con su destino, con su meta, con su sueño.
Uno, que quizá nunca se imaginó llegar a donde hoy se encuentra, pero yo creo que, en cierta forma, sí estuvo en la mente de sus padres cuando nació, cuando decidieron que experimentara sus capacidades, que buscara sus propios límites, los que todavía no encuentra, y los que espera que en Tokio no solo lo tengan como el primer mexicano en remo en Juegos Paralímpicos, sino el primero en subir al podio en ese deporte.
El remo no es uno de los deportes que me llame la atención practicar, opto por el aparato en un gimnasio, y cuando he tenido la oportunidad de hacerlo, Michel siempre viene a mi mente… ¡y no dejo de repetir que su fortaleza más grande está en su mente!
Betty Vázquez es Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM, con experiencia en Periodismo Deportivo por más de 20 años y coberturas en Juegos Olímpicos, Paralímpicos, Mundiales, Panamericanos y Centroamericanos.