Columna

A veinte años del 2-0 que ubicó la rivalidad México – EUA a otro nivel

 

¡Cuántas cosas han cambiado desde esa fecha! Son veinte años en los que México ha sido distinguido con cinco premios Oscar en la categoría de Mejor Director, un reconocimiento cinematográfico en el que Estados Unidos perdió dominio en las últimas dos décadas respecto a años anteriores, al presumir solo siete cineastas ganadores.

 

En estos cuatro lustros se han celebrado cuatro Juegos Olímpicos y uno más se postergó, se supone que se realizará en el verano de este año, pero en lo que respecta a los que sí se desarrollaron, México ganó 21 medallas y Estados Unidos coleccionó 437.

 

Entre 2001 y 2021, la Selección Mexicana de futbol no ha podido superar la instancia de octavos de final en cinco Copas del Mundo consecutivas; por su parte, el representativo estadounidense llegó dos veces a octavos de final, en una ocasión calificó a cuartos de final, en 2006 no pudo superar la ronda de grupos y, por primera vez desde 1986, no participó en una cita mundialista, al quedar eliminada en el hexagonal clasificatorio para Rusia 2018.

 

Mientras todo esto pasaba, han sido dos décadas en los que Estados Unidos le ha dado vuelta a las estadísticas históricas de enfrentamientos con México, si se considera que hasta antes del partido de hace veinte años el “Tri” había derrotado 27 veces al equipo estadounidense en 43 encuentros desde 1934.

 

Pero, desde ese 28 de febrero de 2001, las estadísticas ahora favorecen a Estados Unidos, pues de 27 duelos entre sí, ha superado a México en doce ocasiones, a cambio de nueve triunfos del “Tri” y seis empates entre ambos.

 

Para el duelo de hace veinte años correspondiente a la primera jornada del hexagonal eliminatorio para la Copa del Mundo Corea-Japón 2002, Estados Unidos decidió enfrentar a México por primera vez en el pequeño, pero gélido estadio del Columbus Crew, que tenía capacidad para apenas unos 25 mil aficionados.

 

La estrategia le dio resultados al combinado estadounidense que “tomó ventaja” desde antes de comenzar el partido, al lograr sacar de su zona de confort al “Tri”, tanto por el factor climático, así como por el escaso apoyo que recibió de aficionados mexicanos.

 

La Selección Mexicana, dirigida entonces por Enrique Meza, jugó bajo un clima al que no estaba acostumbrado, lo que influiría notoriamente en el rendimiento de los jugadores, algo que no pasaría desapercibido para la prensa nacional que cubríamos el partido, (en esa ocasión fui acreditado por el periódico El Universal de la Ciudad de México).

 

Enclavado en el corazón de Ohio, la capital del estado no contaba con aficionados mexicanos, a diferencia de otros partidos entre el “Tri” y Estados Unidos disputados en ciudades con gran población latina, como Los Ángeles, Pasadena, San Diego o incluso, Washington. Solamente algunos paisanos llegaron a Columbus por carretera de lugares relativamente cercanos como Chicago o Nueva York.

 

A este adverso entorno, había que agregarle el mediocre rendimiento del seleccionado dirigido por Enrique Meza (técnico del “Tri” desde el 20 de septiembre de 2000), que llegó al primer duelo eliminatorio mundialista a Columbus con récord de tres victorias (en sus primeros tres encuentros), cuatro derrotas y un empate.

 

El partido inició a las 19:30 horas locales (18:30 del Centro del país y 17:30 en horario de Sonora) y fue sancionado, curiosamente, por un cuerpo arbitral esloveno, encabezado por el silbante Rodolfo Sibrian.

 

Durante los primeros 45 minutos el “Tri” logró mantener el empate a cero, aunque a esas alturas ya tenía condicionado a Rafael Márquez con una tarjeta amarilla; sin embargo, al minuto 47 Josh Wolff superó al portero Jorge Campos para poner en ventaja a Estados Unidos, que aseguraría la victoria a tres minutos de concluir el partido, con gol de Earnie Stewart.

 

El descalabro pegó durísimo en el ánimo del seleccionado mexicano, que no sólo iniciaba la eliminatoria mundialista perdiendo desde la misma primera jornada, sino que también tuvo que lidiar con la dura crítica de la prensa nacional y soportar la humillación de una derrota que quizá no era esperada, o al menos no de ese modo.

 

Ese seleccionado mexicano, que contaba con algunos jugadores con experiencia mundialista como Campos, Claudio Suárez, Luis Hernández, Pavel Pardo, Germán Villa, Francisco Palencia, Braulio Luna y Jesús Arellano, pronto vio un cambio en el timón, tras el impacto de la derrota del 28 de febrero de 2001.

 

Añadido a ese descalabro, y luego de los malos resultados posteriores (incluidos seis derrotas consecutivas) provocaron la sustitución Enrique Meza en el banquillo del “Tri” cuatro meses después, su lugar lo ocuparía Javier Aguirre.

 

Sin embargo, ese “Estados Unidos 2-0 México”, lamentablemente, se volvió una maldición a partir de ese 28 de febrero de 2001, al repetirse el triunfo estadounidense con ese marcador en seis ocasiones posteriores. ¿Recuerdan que hasta camisetas presumían los aficionados gringos con el “2-0”?

 

Sobra decir que fue el mismo resultado con el que el cuadro de las barras y las estrellas derrotó al “Tri” en los octavos de final de la Copa del Mundo Corea-Japón 2002; y fue el mismo marcador en las victorias estadounidenses sobre el combinado mexicano en los hexagonales eliminatorios mundialistas para Alemania 2006, Sudáfrica 2010 y Brasil 2014, duelos también celebrados en el Columbus Crew.

 

Quizá hasta antes de ese partido del 28 de febrero de 2001 los duelos entre mexicanos y estadounidenses pasaban desapercibidos, fue a partir de ese encuentro de hace veinte años en que las cosas cambiaron.

 

Desde ese momento hay una constante lucha futbolística (y hasta mediática) para definir qué selección es el “Gigante de Concacaf” (a veces esa polémica se convierte en cliché y en vana discusión), pero lo que es cierto, es que un partido México-Estados Unidos hay algo más que un resultado en juego, los niveles de pasión, sobre todo para el “Tri”, son difícilmente comparables a cuando se enfrenta a cualquier otra selección.

 

Las fuerzas a nivel selección pueden ser más parejas, y, con el paso de los años, a nivel clubes también comenzará a tomar más paridad los duelos entre mexicanos y estadounidenses, hasta el momento con clara superioridad “azteca”, reflejada en los Mundiales de Clubes, algo que no sabemos cuánto tiempo durará.

 

La rivalidad surgida ese 28 de febrero de 2001 ha beneficiado al futbol de la región y sin duda será un plus a mediano y largo plazo, cuando México y Estados Unidos, junto con Canadá, organicen la Copa del Mundo de 2026.

 

José Luis Sibaja: Director GRADA NORTE. Experiencia de 24 años en el Periodismo Deportivo. Coberturas internacionales: 4 Juegos Olímpicos, 2 Copas del Mundo de Futbol, 2 Campeonatos Mundiales de Atletismo y 6 Juegos Panamericanos. TWITTER: @jlsibaja

 

 

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